Mensaje y Homilía de la Solemne Ordenación de los Tres Obispos Auxiliares!

HOMILIA 

Muy Queridos hermanos y hermanas

No me faltaron deseos de que esta ordenación Episcopal se realizara el próximo sábado día dos (2) de septiembre. Pero no fue posible. Los Obispos de la República Dominicana juntos con los Obispos electos decidieron que fuera hoy.

Ustedes se preguntarán ¿Por qué el Arzobispo quería que fuese el día dos de septiembre? Es que en esa fecha voy a cumplir 39 años de ordenado Sacerdote, por imposición de manos del entonces Obispo de San Francisco de Macorís, Su Eminencia Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez. Es una fecha memorable para mí.

En mis palabras al final de la Ordenación yo decía:

Si me pidieran hacer un credo, yo comenzaría diciendo creo en el Sacerdocio. Creo en el Sacerdocio de Cristo, que se entregó a la muerte de Cruz para la salvación de la humanidad. Creo que ahí, en la Cruz, Jesucristo ejerce su Sacerdocio. Y desde la Cruz da vida al mundo.

Cuando hablo de Credo, hablo de convicción, hablo de vivencia. A lo largo de estos casi treinta y nueve años, me he esforzado por vivir esta verdad fundamental. Ser Sacerdote al estilo de Cristo. Por eso he llevado como ideal personal Sacerdotal, por la muerte, llegar a la vida (yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia Jn. 10,10).

Experiencia extraordinaria.
Viví una experiencia extraordinaria cuando fui ordenado Obispo y que un 31 de mayo del 1997 ordené al primer Sacerdote, el Reverendo Padre Jacobo Payano, en el municipio de El Valle, Provincia Hato Mayor del Rey.

Experiencia extraordinaria, porque casi no podía creer que, por imposición de mis manos, fuera incorporado al Sacerdocio de Cristo, en la Sucesión Apostólica. Cada Ordenación Sacerdotal es una experiencia Extraordinaria (En la Diócesis de San Pedro de Macorís fueron 29 dos Sacerdotes ordenados por Imposición de mis manos, 32 diáconos).

Hoy viviremos otra experiencia extraordinaria: tres Obispos ordenados por Imposición de mis manos, en la Sucesión Apostólica.

Doy gracias a Dios por el nombramiento de estos Obispos Auxiliares para nuestra Arquidiócesis de Santo Domingo. Doy gracias al Santo Padre Francisco, que ha atendido a nuestra solicitud, y en su desvelo Pastoral, ha hecho posible una mejor atención a este pueblo de Dios.

Con la llegada de estos tres Obispos Auxiliares será posible una mejor atención pastoral a los más de cuatro millones de habitantes que tiene la Arquidiócesis de Santo Domingo.

Obispo en la comunión.
Más de una persona pensará que ahora, el Arzobispo va a estar bien porque tiene a quien mandar. Porque los Obispos Auxiliares son los muchachos de mandao, del Arzobispo.

El Concilio Vaticano II, define la Iglesia como Misterio de Comunión. He trabajado y continuaré trabajando, en orden a hacer realidad el ideal de la Iglesia Comunión.

Tengo el firme propósito de formar con los Obispos Auxiliares y los Vicarios Episcopales, un equipo de trabajo, que exprese con hechos y palabras, esa comunión eclesial que se hace cada vez más necesaria.
En el año 1983, en Haití el Santo Padre Juan Pablo II (San Juan Pablo II) habló de la nueva Evangelización, nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en sus expresiones.

El mejor signo y la mayor expresión de la Iglesia comunión, está en la unidad de nosotros los Pastores, que podamos trabajar juntos, convivir juntos, orar juntos, compartir juntos.

Tenemos la firme decisión de ser esa expresión de Iglesia Comunión. No queremos que esto se quede en Teoría o Teología abstracta. Por ellos trabajaremos en la descentralización, la participación y la corresponsabilidad. Lo que quiere decir una lucha fuerte contra el individualismo y el centralismo.

El individualismo está destruyendo las familias y la sociedad. La Iglesia no escapa de esta tendencia. Se hace difícil trabajar con otros, formar equipos y caminar hacia una misma dirección.

El Concilio Vaticano II en su decretos  christus Dominus, aconseja a los obispos auxiliares a entrar en la solicitud pastoral del Obispo Diocesano, en todos los asuntos, en unánime armonía con él mismo (4 C.D. 25)
El catecismo de la Iglesia Católica, precisa en este sentido que cada uno de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares (n° 886, LOG 23).

(Nos proponemos) ser esa expresión de comunión eclesial en esta Iglesia particular de Santo Domingo.

Vocación a la Santidad.

El Concilio Vaticano II, en el capítulo V de la constitución sobre la Iglesia nos expone, la vocación a la Santidad de toda la Iglesia. Por ellos, en la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la Santidad, según aquello del Apóstol: porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra Santificación (LG39).

Esta llamada a la Santidad es para todo el pueblo de Dios. Con mucha más razón, para quienes el Señor ha elegido y les ha confiado la misión de Santificar al Pueblo de Dios. El Santo Papa Juan Pablo II, en la exhortación Apostólica Pastores gregis, al hablar del camino espiritual del Obispo, plantea la necesidad de que sea hombre de Dios: El Pastor debe ser hombre de Dios; su existencia y su ministerio están completamente bajo el señorío divino (P.G. 13) y sólo cuando camina en la presencia del Señor, el Obispo puede considerarse verdaderamente ministro de la comunión y de la esperanza para el pueblo de Dios (PG 13).

La llamada a la Santidad del obispo, proviene del mismo hecho sacramental que da origen a su ministerio: la Ordenación Episcopal.

Y el Papa San Juan Pablo II, va más allá. Dice que El Obispo está obligado a ser ejemplo de Santidad. En este sentido el obispo se ha de esforzar en seguir un camino específico de espiritualidad: La espiritualidad del obispo debe ser, una espiritualidad de comunión:


Son medios necesarios para alimentar y progresar en la vida espiritual, la lectura y meditación de la Palabra de Dios. El obispo tiene que ser oyente de la Palabra.  


Ordenación Episcopal  de los 3 Obispos Auxiliares de la Arquidiócesis de Santo Domingo
Sábado 26 de Agosto 2017 a las 9:30 am
En Centro de Convenciones San Sousi

Queridos hermanos y hermanas presentes y todos los que nos siguen a través de los diferentes medios.

Para nosotros los tres nuevos obispos auxiliares hoy ordenados, es motivo de agradecimiento a Dios que nos ha llamado a esta misión, al Santo Padre Papa Francisco por habernos elegido para servir en esta Iglesia local de la Arquidiócesis de Santo Domingo primogénita del nuevo mundo en la fe, con su Arzobispo Metropolitano y Primado de América, Su Excelencia Mons. Francisco Ozoria Acosta, que nos ha dado votos de confianza y tareas pastorales junto a él.

Apreciamos y valoramos con plena humildad, la acogida que estamos recibiendo de los hermanos obispos, de nuestros sacerdotes, diáconos, del pueblo en todos sus laicos, de nuestros seminaristas, de las comunidades religiosas masculinas y femeninas,  de nuestras autoridades civiles, militares y legislativas y muy particularmente de nuestras familias. Cuanto agradecemos la presencia  aquí hoy de Obispos, sacerdotes y laicos del todo el país de Alemania, Puerto Rico, Haití, New York, Boston, Argentina y México

Su presencia aquí habla el  lenguaje del Espíritu de Dios que se manifiesta en fraternidad, solidaridad, cercanía, identidad y alegría con la misión evangelizadora que compartimos. Habla el lenguaje testimonial del Amor que del Maestro Jesús recibimos para compartirlo, repartirlo y celebrarlo.

Hoy es un día de fiesta para nuestra Iglesia local, dominicana y universal.

Nosotros queremos seguir construyendo  y conquistando el Reino de Dios en estas tierras benditas de  primicias evangelizadoras desde donde se ha expandido para un Nuevo Mundo el Evangelio de Jesucristo en nombre de una comunidad universal que es la Iglesia.

No somos llamados y enviados en solitario. La tarea que nos toca es con la Iglesia y para la Iglesia. Confiamos plenamente en Dios y en ustedes que son nuestros hermanos. Recordemos unidos esta maravillosa expresión de San Agustín: “Si necesitas una mano recuerda que tengo dos”.

Venimos a servir, como obreros, no como dueños. Como corderos en medio de un mundo difícil: arriesgados sí, imprudentes no. Entregados sí, ingenuos no.

Venimos con el espíritu que nos ha dado el Maestro: en pobreza y en libertad. Sin detenernos, ni estacionarnos, ni parquearnos, ni apegarnos a nada ni a nadie.

Queremos ser facilitadores de la paz, la justicia, la solidaridad, la equidad, la inclusión, el desarrollo humano integral; signos y testigos de un pastor que al compartir su vida con cada persona mantengamos siempre abiertos nuestros corazones  para ser  acogedores, receptivos, sencillos, amorosos y  pastores con “olor a ovejas”.

Queremos llevar adelante nuestro  ministerio episcopal con valentía, dignidad y respeto, no a nosotros mismos, sino al evangelio de Jesucristo, a la Buena Nueva: con humildad, sencillez y nobleza… Sin miedos ni cobardías ante las verdades esenciales de la fe y de la humanidad. Como los profetas y los mártires, de rodillas sólo ante Dios.  Conscientes de que si queremos estar de pie ante los hombres, es preciso estar de rodillas ante Dios.

Participamos de una Iglesia bella. De una Iglesia que es útil. Y nuestra Iglesia es “útil porque es bella”, para que se establezca el soñado y esperado Reino de Dios.

Como llamados y enviados a tan maravillosa y hermosa misión de servir, (como lo expresa el escudo de Mons. Faustino: DILECTIO IN SERVITIO), de evangelizar (como lo expresa el el escudo de Jesús Castro: VAE MIHI SI NON EVANGELIZAVERO) y de Amar sin límites (como expresa mi propio escudo: EL AMOR NUNCA PASA). Les  decimos que no queremos otra cosa más que imitar al Maestro, o como podría decir la Magdalena o Madre Teresa de Calcuta o bien San Vicente de Paul: “no soy sino perfume dispuesto a derramarse a los pies de Jesús y de los pobres”; que son los destinatarios privilegiados del Evangelio. Aquí con nuestro Papa Francisco: “Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.” (E.G. #12).

Este tiempo desafiante es muy bueno y apropiado para soñar. No hay que tener “miedo” para soñar en nuestra Iglesia, siempre que seamos capaces de “tener las manos en el pulso del tiempo y los oídos en el corazón de Dios”. (P. K.)

Hay sueños que unen e integran a soñadores. Hoy tenemos un gran soñador, nuestro Papa Francisco. Compartimos con él nuestro Ministerio Episcopal en el espíritu de una Iglesia en salida, que se encarna en las periferias, a la escucha de las inquietudes de la gente y siempre con alegría, al servicio de la niñez, la juventud, la familia, la educación y la sociedad en todos sus componentes humanos y espirituales.

Recordemos que la Iglesia nace del Corazón de Cristo y en el  Corazón de Cristo encontramos el Amor sin límites y el perdón misericordioso, hasta tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo.

Tengamos el coraje de dar el paso y entrar en la Iglesia, subir con Jesús a orar y soñar una Iglesia con visión de presente, de largo plazo y perseverar, poniéndonos siempre sólo y en todo en las  manos de Dios y la muy amada Madre de Jesús, la Santísima Virgen María .

El evangelio de Juan 15, sea siempre un referente iluminador de nuestro ministerio episcopal, como sucesores de los apóstoles:

·         Permanecer unidos Él.
·         Producir frutos con fecundidad apostólica unidos a Él.
·         Sin Él no podemos hacer nada.
·         Pediremos a Él lo que vamos a necesitar y lo tendremos.
·         Formaremos parte de Él. La alegría de evangelizar, servir y amar.
·         Tenemos la seguridad de que Jesús y  todos nosotros somos amigos.
·         Nos amaremos unos a otros como nos ha indicado Jesús.

La fuerza del evangelio y nuestro empeño de fidelidad con alegría, nos permitirá contribuir con el crecimiento de una Iglesia renovada, más audaz, más profética, más bañada de evangelio y creadora de nuevas esperanzas.

Encomendamos a Dios con amor agradecido a todos los que hasta hoy han dado lo mejor de sí a lo largo de la historia de nuestra Iglesia en nuestro país y nos disponemos a continuar como hormiguitas silenciosas junto a nuestro pueblo, que con perseverancia preparan la fecundidad de una nueva primavera.

Con Juan Pablo I, le decimos al Señor aquí ante todos ustedes y confiándonos en sus oraciones: “Tómame como soy Señor, con mis debilidades y defectos y hazme ser como tú quieres que sea”.

El corazón tierno de nuestra Madre María de las Mercedes y de la Altagracia, nos acompañe, nos proteja y nos haga obedientes siempre a la voluntad de Dios.

Gracias por su amor y por su oración para con nosotros.

Les amamos de corazón.

-    Mons. Jesús Castro Marte
-    Mons. Faustino Burgos Brisman
-    Mons. Ramón Benito Ángeles Fernández

Obispos auxiliares de la Arquidiócesis de Santo Domingo
Ordenados Obispos el 26 de Agosto del 2017